viernes, 2 de septiembre de 2011

Septiembre

Este mes son días de cambios, días en los que los 30 grados que azotan el mediodía, dan paso, sin previo aviso, a una brisa fresca que invita a usar la rebeca que tan abandonada está en el armario. El otoño empieza a colarse por los resquicios de la puerta y, aunque algunos se resistan a aceptarlo, por el cambio de vida que éste -el otoño- conlleva, sólo es cuestión de tiempo asimilar que una nueva estación ha llegado.

Ahora es momento de iniciar nuevos proyectos. Parece ser el instante adecuado para intentar cumplir de nuevo esas promesas que ya habían sido rotas, como es volver a retomar los estudios, aprender ese idioma que tanto cuesta o ser fiel de una vez por todas a la rutina semanal del gimnasio.

El otoño invita a la reflexión, a los domingos acompañados de palomitas y películas y al horario fijo de comidas. Todo ello se ve acentuado con la llegada del invierno, el frío y las prendas gruesas que envuelven nuestros cuerpos.

El aire acondicionado es sustituido por la calefacción, los martes de juerga por los incondicionales sábados y la aparente despreocupación de los días, da lugar a la monotonía semanal que se produce de lunes a viernes sin cesar.

Los viajes planeados, a base de caprichos no concedidos, consiguen tener una fecha en el calendario y motivan el paso de las lunas. Los puentes, las fiestas navideñas y el cambio de año, como preludio de un posible giro en la vida, hacen del invierno, la más agridulce de las estaciones.

Todo ello da paso a la primavera, ese momento en el que todo se tiñe de multicolor y el sol empieza a ser un tímido compañero en las mañanas.

El recuerdo del mal tiempo en los meses anteriores, sumado con las ganas de ir más ligeros, hacen que los resfriados y las congestiones sean uno más por las calles, que ya empiezan a ser ocupadas por las terrazas de los bares y el gentío que las llena.

Y sin darnos cuenta, el verano, de tantas veces nombrarlo, se instala sin más. El moreno recubre la piel de todos, en mayor o menor grado, y los días están llenos de ganas de playa, noches que se alargan más de lo pensado y situaciones que hacen pensar que por larga que sea esta estación, siempre sabe a poco.

Aun así, un día te asomas y ves que el cielo comienza a estar nublado, que ya no apetece como hace días eso de estar sin rumbo en ninguna parte y que mañana tienes que levantarte para hacer algún recado sin demorarlo ni un día más. Entonces te levantas y te das cuenta que septiembre otra vez ha llegado.


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