miércoles, 28 de septiembre de 2011

Tu canción

 A primera vista, cualquiera la podría juzgar con una simple palabra, un adjetivo pobre y genérico con el que marcarla de por vida, pero para la persona que la ha seleccionado en cuestión, esconde mucho más. Se trata de algo que traspasa las fronteras de lo perceptible, algo que reencuentra sensaciones ya pasadas y que lleva inscrito con un código indescifrable el paso de tu vida.

Te traslada a un momento, ese preciso instante en el que te diste cuenta que esa canción sería la banda sonora de aquella situación. Tan solo con oírla eres capaz de estremecer y sentir, como aquel día, todas esas sensaciones que engloban para ti esos cuatro minutos escasos.

Algunas son amargas y están llenas de tristeza y nostalgia, otras en cambio, nos sacan una sonrisa desde el primer segundo y la alegría de un recuerdo bonito es la mayor satisfacción que nos podía producir el volverla a escuchar.

Existen las que tienen nombre propio. Es ponerla y representar mentalmente esa figura que, para bien o para mal, no se puede borrar. Aun así, también hay algunas que todo lo que transmiten lo resumen en una frase, esa acertada combinación de palabras que deja reflejado perfectamente el sentimiento que nosotros no sabíamos cómo mencionar.

Se trata tan sólo de unos minutos mágicos, unas notas que definen esa situación especial que rememora lo ya vivido y que, para unos es una canción más que escuchar, y para otros, es un nombre, una etapa, una experiencia o una combinación de sensaciones que han hecho que ésa -canción- precisamente tenga que ser la elegida para tí.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Anti ortografía

Sonar con “uve” cuando en realidad se escribe con “be” o conseguir que hasta las “haches” más mudas parezcan que tienen melodía propia, es un arte que no todos aquellos que escriben consiguen dominar.

Las tildes omitidas, las comas inexistentes, los puntos que no dan pausa a ninguna de tus ideas o los nexos sin sentido alguno, son los principales aliados de aquellas personas que pretendan conseguir un texto que, a priori, suena bien, pero visto en profundidad, no nos muestra lo que se intentaba reflejar.

Después de analizar las claves necesarias para ser capaces de plasmar exactamente lo que uno desea transmitir, sin interferencias algunas ni dobles lecturas -en Ortografía- retrocedo un paso sobre lo expuesto entonces y desenmascaro los principales puntos para alcanzar el efecto totalmente contrario.

La trama, los posibles personajes y diálogos, la entonación con la que se lea... Todos son factores decisivos para engancharte y querer seguir, sin importar más. Pero fallos como los anteriormente expuestos son los que dejan entrever que, por ejemplo, no hay dos protagonistas, sino que pueda que haya alguno más o que incluso nunca haya existido alguno.

Que el lugar, objeto o persona que has imaginado tras ir leyendo cada una de esas palabras no es lo que habías pensado o que cuando habías visto una contundente afirmación, ahora comienza a asomar una tímida interrogación que cambia el sentido de las últimas líneas.

Es un doble juego con el que los más perspicaces acostumbran a escribir. Se trata siempre del mismo patrón, la misma cantinela que se repite una y otra vez, por eso, cuando se descubre la estructura utilizada, en la mano de cada uno está continuar con ello, o no...

viernes, 2 de septiembre de 2011

Septiembre

Este mes son días de cambios, días en los que los 30 grados que azotan el mediodía, dan paso, sin previo aviso, a una brisa fresca que invita a usar la rebeca que tan abandonada está en el armario. El otoño empieza a colarse por los resquicios de la puerta y, aunque algunos se resistan a aceptarlo, por el cambio de vida que éste -el otoño- conlleva, sólo es cuestión de tiempo asimilar que una nueva estación ha llegado.

Ahora es momento de iniciar nuevos proyectos. Parece ser el instante adecuado para intentar cumplir de nuevo esas promesas que ya habían sido rotas, como es volver a retomar los estudios, aprender ese idioma que tanto cuesta o ser fiel de una vez por todas a la rutina semanal del gimnasio.

El otoño invita a la reflexión, a los domingos acompañados de palomitas y películas y al horario fijo de comidas. Todo ello se ve acentuado con la llegada del invierno, el frío y las prendas gruesas que envuelven nuestros cuerpos.

El aire acondicionado es sustituido por la calefacción, los martes de juerga por los incondicionales sábados y la aparente despreocupación de los días, da lugar a la monotonía semanal que se produce de lunes a viernes sin cesar.

Los viajes planeados, a base de caprichos no concedidos, consiguen tener una fecha en el calendario y motivan el paso de las lunas. Los puentes, las fiestas navideñas y el cambio de año, como preludio de un posible giro en la vida, hacen del invierno, la más agridulce de las estaciones.

Todo ello da paso a la primavera, ese momento en el que todo se tiñe de multicolor y el sol empieza a ser un tímido compañero en las mañanas.

El recuerdo del mal tiempo en los meses anteriores, sumado con las ganas de ir más ligeros, hacen que los resfriados y las congestiones sean uno más por las calles, que ya empiezan a ser ocupadas por las terrazas de los bares y el gentío que las llena.

Y sin darnos cuenta, el verano, de tantas veces nombrarlo, se instala sin más. El moreno recubre la piel de todos, en mayor o menor grado, y los días están llenos de ganas de playa, noches que se alargan más de lo pensado y situaciones que hacen pensar que por larga que sea esta estación, siempre sabe a poco.

Aun así, un día te asomas y ves que el cielo comienza a estar nublado, que ya no apetece como hace días eso de estar sin rumbo en ninguna parte y que mañana tienes que levantarte para hacer algún recado sin demorarlo ni un día más. Entonces te levantas y te das cuenta que septiembre otra vez ha llegado.