Mia es su propia jefa, no tiene horarios ni motivos por los que dar explicaciones de si un día se levanta a las ocho o a las once de la mañana. Nadie puede decirle cuándo debe ir a hacer visitas con sus clientes o hablar con su gestor y quizás estas sean unas de las pocas ventajas de tener a día de hoy su propia inmobiliaria.
Con su negocio ubicado en Torremolinos desde hace casi diez años ha vivido en primera persona tanto el 'boom' como la crisis inmobiliaria. Sus cuentas son sus principales testigos. “No es lo mismo que vos ingreses veinte mil euros mensuales sin apenas moverte, que estar doce horas al día entre teléfonos, bancos y clientes para conseguir tres mil euros de comisión”.
A Mia no le sorprende escuchar que un vecino tiene la casa embargada o que han echado del trabajo al del bloque de al lado y las cuentas ya no le salen. Tampoco parece inmutarse cuando habla de tanta competencia que se ha quedado en el camino en los últimos años. Se trata de un momento delicado en el que en la mayoría de los casos se vende por necesidad. Se compra porque el que puede sabe que es el momento.
Nada de esto es nuevo para ella. Esta argentina que emigró de su país por la situación económica y sentimental que le rodeaba no es la primera vez que se ve agobiada y con los números en rojo. Su primer destino cuando llegó a tierras españolas, un 7 de agosto de 2001, fue Almería donde comenzó como temporera en la recogida de las almendras. De ahí se trasladó a Málaga y obtuvo trabajo limpiando casas para poder subsistir hasta que alguien le ofreció un puesto como comercial en una inmobiliaria y vendió un piso en su primera semana de trabajo.
Nunca se había dedicado a este sector pero la experiencia le sirvió para montar su propio negocio en un local de 20 metros cuadrados con sólo una persona contratada y otras dos a las que pagaba en negro y entre las cuales se encontraba ella misma. El esfuerzo por sacar su empresa adelante fue acompañado por la carta blanca por parte de los bancos a la hora de conceder préstamos y tuvo como recompensa hacer de su pseudónimo -Mia- una persona reconocida dentro del mundillo de la compra-venta. Todo ello culminó con la ansiada nacionalidad española que obtuvo después de tres años en el país como ilegal.
Coche nuevo, casa de tres plantas y una situación económica desahogada le llevaron a vivir un ritmo de vida insostenible como la propia burbuja que envolvía las operaciones que se realizaban entre las paredes de su ampliado local o su nueva oficina que abrió en Alhaurín de la Torre.
Su pequeña riqueza se la comió en forma de viajes a lugares que siempre había deseado estar, pantalones Levis y comidas en días de diario en las que ella invitaba. Nunca fue una mujer coqueta. Nada de tintes, cremas caras ni complementos de precios vertiginosos.
Ahora la situación es diferente, los tiempos han cambiado y su chalet se traduce en dos meses sin pagar la hipoteca, la oficina de Alhaurín cerrada desde hace algunos años y una nómina que le hace pensar si salir de Argentina en busca de una nueva vida fue la decisión acertada.
“ ¿Has vendido algo este mes, Mia? ”- El calendario marca ya día 25 y en cuestión de una semana comenzarán a venir facturas y las nóminas de sus dos empleadas. -“No, todavía no”- responde alegre, sin perder la sonrisa de la cara.
Son muchas las vidas que conoce cuando alguien cruza la puerta de su negocio y siente que a pesar de todo, podría estar peor. Es una mujer positiva y a sus 42 años tiene la certeza de que poco a poco su situación se saneará.
En cuanto al mercado inmobiliario en España no cree que se produzca una situación parecida a la vivida en los años previos a la crisis económica pero, por su bien, espera que todo se estabilice, que los bancos quieran dialogar y que el temor de aquellas personas que no se atreven a hipotecarse se disipe poco a poco.
Cada día tras levantarse y ducharse se enfunda los zapatos mas estropeados que tiene. Son esos los que les trae suerte y con ellos puestos se marca como objetivo el conseguir que un cliente compre o alquile algunas de sus propiedades, solo así, sonríe más de lo habitual.