jueves, 10 de mayo de 2012

Lo dejas todo por...


Vale, lo admito.

En los últimos años se ha reactivado una tendencia en España que se daba por impensable, la llamada inmigración, y con mas inri, porque antes se iba cualquiera y ahora se va cualquiera acompañado del mejor. Pero olvidar que uno de los principales motivos que mueven a una persona para cambiar de ciudad o país ha sido y es el amor, me parece un insulto para todas aquellas personas que hemos nacido de aquello de “lo dejé todo por...”.

El amor. Suena algo idílico y tiene ciertos tintes que recuerdan a cualquier drama peliculero, pero es real y la prueba mas cercana que tengo se repite generación tras generación en mi árbol genealógico, todos casados con personas de diferentes países que, o bien se han venido ellos o los míos se han marchado a otro lugar.

Irte para prosperar y labrar un futuro mejor está altamente relacionado con la situación sentimental que tengas en ese momento y negarlo no tiene sentido. Si tu pareja está fuera, tus razones por las que marchar serán proporcionales a tus ganas y más de lo mismo cuando no existe ningún sujeto de por medio.

El problema está cuando uno de los dos se va y el otro se queda. En ese momento son muchos los que toman la decisión de marchar, pero tener la madurez suficiente para afrontar esa nueva situación que contempla la pareja es todo un reto.

Ando en una edad en la que cualquier relación se puede convertir sin darte cuenta en algo importante que supera a aquellos maravillosos años en los que tu novio de turno te llevaba en moto para dejarte en casa y dan paso a que sea en tu compañero de convivencia con el que duermes bajo el mismo techo. No es mi caso, pero lo empiezo a ver a mi alrededor e incluso a 6.000 kilómetros de mi y me sorprende comprobar que pase el tiempo que pase, los motivos siguen ahí, intactos, para que la gente los descubra y se lancen a esa aventura.

No hay nada nuevo en mis palabras, es algo que sucede desde antaño, pero a pesar de estar en un momento tan complejo, en el que un trabajo marca la diferencia entre sobrevivir o no, en el que marchar o quedarte condiciona tu vida de manera contundente, ya sea para bien o para mal, el corazón tiene un peso fundamental en el veredicto final de tu decisión.

He visto a gente volver de otro continente por no soportar una ruptura y reinventar de nuevo una vida, también conozco casos completamente diferentes como el de no entender muy bien hacia dónde ir y de repente aparecer él, marchar a su ciudad y cambiar de hábitos y vida, para convertirse poco a poco en alguien de mucho provecho. Aun así, existen casos contrarios a ambos en el que no tener claro el ir o el que vengan ha dejado en el aire la idea de qué pudo y no fue.

Son tiempos difíciles, lo sé, y es imposible vivir al margen de ello porque sería no mirar de frente a la situación, pero me maravilla saber que aún nos preocupan los sentimientos y que valoramos lo que nos dicta el corazón.

Reconocer lo que puede ser mejor para cada persona en un momento y tener la determinación de asumirlo es algo extraordinario que no todo el mundo ve con facilidad, pero dejar que las emociones tengan voz y voto en algunos de nuestros actos me parece lo mas humano y natural de una sociedad marcada cada vez más por las frivolidades y el materialismo.

miércoles, 9 de mayo de 2012

¿Hay vida después de un trabajo?


Cuando el fin de un contrato está próximo, la persona que se verá en un plazo cercano sin su empleo no deja de pensar en esa fecha. Ese día que simboliza un antes y un después en tu rutina laboral porque desaparece de un plumazo y formas parte de esa gran familia que conforman millones de españoles -más de cinco para ser exactos- y se denomina “parados”.

Yo soy una de ellas y no veo el momento de dejar de serlo de una forma digna. Sin contratos basura, sin becas, sin trabajos no acordes a mi preparación de por medio a los que encima tienes que dar las gracias por ser un contratado más, que tarde o temprano pasará a ser un trabajador menos. Esta es la realidad en la actualidad y cuanto menos tardes en asumirlo, mejor aprovecharás tu tiempo y sabrás qué hacer para no hundirte en tu propio fango.

En un intento de optimismo ante esta situación, aunque los dos párrafos anteriores no lo parezcan, diré públicamente que muchas personas de las que se encuentran en este momento, que espero que no se convierta en algo estático para nadie, están en un estado de creación y reencuentro así mismo que podría elevarse al término de “quasi perfecto”.

A nadie le gusta estar sin ingresos más de cierto tiempo, o peor aún, mucha gente no puede permitírselo por razones obvias, pero existe un grupo que aún no tiene cargas familiares, existe un grupo que no espera mucho porque la crisis ha sido lo primero que han visto al terminar su formación y desconocen lo que significa “prescindir de” porque nunca han tenido nada.

De ese grupo diré que están entre los 20 y los 30 y pocos, que muchos cobran en negro y sobreviven, que las ilusiones pasadas de comprar una casa y tener una familia han sido reemplazadas por llegar a fin de mes, pagar el alquiler y, con suerte, ahorrar para darse una escapadita. Nada de hipotecas o las mínimas, por favor, que conocemos muy bien lo que sucede y quienes pierden.

Aprovechar este momento de transición entre un empleo y otro o entre tus estudios y la nada, para hacer cosas que por desgracia están en desuso, como tener tiempo para desarrollar tus habilidades u hobbies, es uno de los mayores regalos que un parado puede recibir.

Internet y las redes sociales se han vuelto la gran herramienta para que este grupo de personas puedan hacerse oír. No hace falta un gran dote para escribir, componer, dibujar, o cualquier cosa que uno pueda hacer. No hace falta un gran dote porque es mas necesaria la constancia y las ganas que ningún otro valor.

Esto no se trata de un intento fallido de potenciar las ventajas de estar parado porque, básicamente, no las hay. Tampoco es un análisis acerca de por qué están los jóvenes ante este panorama ya que este texto carece de argumentación al respecto, pero detrás de esta situación que engloba cifras escalofriantes se esconden personas que deben recordar cada día su valía y que tienen que hacer por sentirse bien ante esta incómoda situación.